sábado, 27 de octubre de 2012

Día 13 | Muxía - Finisterre | FIN


A las seis de la mañana ya estaba despierto. El gusanillo me daba vueltas y no podía dormir más. Por ello el desayuno de hoy ha sido largo, así mataba el tiempo hasta que se hiciera de día. Ya sobre las nueve partía hacia Finisterre, pero antes quise pasar por el albergue "Bela Muxía" para despedirme. Lamentablemente la puerta estaba cerrada y no vi a nadie dentro. Volveré otro día para disfrutarlo con más tiempo, seguro.

La etapa me la quería tomar con calma, era la última y quería conservar esa sensación de felicidad y aventura lo máximo posible. A la salida de Muxía el mar me decía adiós mientras se hacía oír al chocar con las olas. Más adelante penetraba en el monte por una empinada cuesta y de ahí en adelante todo eran pistas y caminos magníficos.

Es muy importante señalar que el Camino está perfectamente señalizado, que apenas tuve posibilidades de vacilar ante las bifurcaciones que se me presentaban.

Aunque quería ir despacio estaba avanzando a gran velocidad, y es que hoy notaba que éramos dos los que empujábamos. La prueba la tenéis en las fotos. Al salir de una "corredoira" encontré dibujado en el cielo un perfecto arcoiris. Completo. Hoy no me hizo llorar, hoy me hizo reír a carcajadas.

Proseguí por sendas cerradas, de gran encanto pero apenas sin luz. Eso sumado a las lluvias de hoy daba como resultado caminos casi anegados. Pero tenían su encanto, y aunque en más de una vez casi termino metiendo la pezuña dentro de un charco yo no paraba de reírme.

Era curioso pero aunque iba con calma lo cierto es que avanzaba rápido, muy rápido. ¡Alguien tenía prisa por llegar y no era yo!

Ya estaba llegando, podía adivinar Finisterre al fondo del cuadro. Las piernas estaban pletóricas, todo iba bien, y después de llegar a Finisterre me dirigí al faro. Era nuestro momento, habíamos llegado al fin del mundo y tocaba disfrutarlo. ¡Conseguido! Allí estaba, el kilómetro 0. Allí acaba todo pero también es un buen lugar donde empezar algo... Cogí mi bicicleta y la cargué sobre la espalda. Bajé con ella parte del pedregoso faro y allí nos sentamos. ¿Qué te parece? ¿No lo hemos hecho mal del todo, no? Después de un pequeño momento para una introspectiva del alma, él se quedó allí contemplando el mar y yo, siguiendo el ritual, aproveché un fuego ya iniciado por una pareja de alemanes para quemar una de mis prendas. Mientras observaba absorto cómo ardía esa prenda un hombre me avisa. "¡Eh, mira! ¡Allí al fondo! ¡Un arcoiris!". Me giro y allá en el horizonte se ve un gran arcoiris... Sonrió y me emociono. Ha sido un privilegio haberte tenido estos años y un verdadero placer acompañarte en este, tu último viaje. Gracias por darme a mi esa oportunidad... Ahora tocaba cumplir mi última promesa. Volví a Finisterre y allí me fui a la "Praia da Lagosteira". Había prometido un baño y lo cumplí. Me metí con paso firme y cuando el agua me llegaba por las rodillas me lancé de cabeza. ¡Y qué buena que estaba! Me zambullí una segunda vez y disfruté, disfruté como un niño..., creo que me lo había ganado. Después de comer me dirigí a por mi "Fisterrana" y a por la de mi acompañante, diferentes pero ambas muy bonitas. Gracias en nombre de los dos.

Ahora voy camino de Allariz con mi suegro, y la verdad es que se me hace algo raro viajar en auto caravana  Imagino que en coche o en moto me pasará lo mismo, al menos durante un par de días, jajaja. Han sido trece días de aventura, diversión, emociones, nuevos amigos, pruebas y retos, superación pero sobretodo de vuestro calor. Quiero daros las gracias por haber seguido este proyecto, haber expandido el interés a vuestros amigos y familiares y animarme con vuestros comentarios y fotos. En un par de días redactaré una entrada en este blog con un resumen general y varios comentarios, pero creo que antes de eso es primordial daros las gracias, porque el Camino lo he hecho gracias a vosotros.

Me quito el sombrero y os ofrezco una humilde reverencia. Hasta pronto amigos.


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Un cuadro del albergue Bela Muxía. Gracias Ángel.

Vistas de la costa en Muxía a primera hora de la mañana.


Un cruceiro y una fuente de camino a Finisterre.

El Camino se puede acabar en Muxía o en Finisterre, por eso es el mismo para ir de un lado a otro y valen ambos sentidos.

Precioso puente sobre un precioso río.




¡Hola Lolo!

Las vacas no me permitían pasar. Paciencia...

La costa en Finisterre.


Yo he llegado al KM 0,0

Y él conmigo...

Aquí termina esta aventura. ¡Gracias a todos por haber estado ahí!

viernes, 26 de octubre de 2012

Día 12 | Negreira - Muxía


Hoy era la última etapa de recorrido considerable. Hoy en total serían unos 67 kilómetros desde Negreira hasta Muxía.

Quería partir sobre las 08:30 horas pero una gran capa de niebla inundaba la población, por lo que por mi propia seguridad creí conveniente esperar a que se levantara algo más y fue en torno a las nueve cuando ya comencé con el pedaleo.

Conforme abandonaba el pueblo ascendía más y más y, curiosamente, en la primera hora de Camino encontré a varios peregrinos. Al final si que tiene afluencia este tramo por lo que parece. Mejor, así me distraería y no sería tan monótono.

Iba avanzando y me encontré con una marca del Camino, mientras le hacía una foto por detrás de mi una pareja de americanos me hacía a mi una, y es que lo de llevar la bandera gallega en la espalda llama la atención.

Proseguí el avance y continué por bellas sendas, tupidas y húmedas, lo cual favorece que las piedras se tapicen con una gruesa capa de musgo. Es un ecosistema de gran belleza...

Arriba, abajo, arriba, abajo,... ¡No había nada de llaneo! Me estaba cansando y es que ya acumulaba muchos kilómetros encima, muchos días de bici y pedal, de dormir poco y mal, de nervios, y me iban pasando factura. Tuve que pararme a mitad de camino, al cruzar el río Xallas a la altura de Ponte Oliveira, donde desde hace años que no le he echado azúcar a un café y hoy lo necesité. Estaba jodido y solo llevaba la mitad de la etapa... Como ya sabéis en cuanto me tomo el tentempié parece que renazco, y el calorcito se hizo presa de mis piernas. Ahora si que rodaba a otro ritmo, cansado pero con más energía. Con tan poco cuanto se puede lograr...

Más adelante tuve que echarme al arcén pues una comitiva bovina exigía que cediera la totalidad de la calzada para que circulasen, y yo como soy muy educado y más pequeño que cualquiera de ellas así lo hago. Olieron mi bici, la cámara de video, mis zapatos y todo bajo su mirada desviada. Me siento seguro.... Cuando pasaron pude continuar. Subí otra montaña, esta repleta de aerogeneradores, y a mi izquierda veía al río serpentear entre las elevaciones, marcando su camino con un sonido a cascada. Precioso.

Una vez crucé esa parte logré llegar al punto donde el Camino se bifurcaba. A la izquierda iba a Finisterre. A la derecha iba a Muxía. Mañana Finisterre, hoy toca ir a ver A Virxe da Barca.

Esta pasada noche ha llovido considerablemente por lo que muchos senderos se han encharcado. Hoy ha sido gracioso resolver algunos de los puzzles que se disponían ante mi, pues cruzarlos sin mojarme los piés era ardua tarea.

Cuando quedaban 10 kilómetros, entre Ozón y Vilar de Sobremonte, había un gran hórreo, un cruceiro, un monasterio y una iglesia. Un cartel invitaba al viajero que lo desease a entrar y conocerlo y así lo hice. Allí conocí a Lucía, una chica perteneciente a la comunidad encargada de cuidar ese lugar. Según me contó la Iglesia les cedió todo eso durante cinco años y ellos están restaurándolo poco a poco y convirtiéndolo en albergue de peregrinos. Me invitaron a quedarme a comer pero tuve que declinar la oferta, tenía que llegar a Muxía. Quizás la próxima vez sí que me tome algo, seguro.

Los últimos ocho kilómetros fueron algo tortuosos y desmorlizadores. El curso natural del sendero me haría llegar en cuatro y a mi aún me quedaba el doble, pero tenía que respetar el Camino, es lo que había decidido y lo que yo quería.

Cuando vi Muxía yo entraba por la playa... ¡¡¡Oh si si si si!!! ¡SI! El mar, el sabor a sal en mi paladar, la arena, el suave romper de las olas como si de una nana se tratase y, sobre mi, gaviotas y cormoranes aguantando en el aire ante las fuertes corrientes que ellos seguían. Otros nadaban en una pequeña laguna adyacente y caían del cielo en picado para lavarse y dejarse mecer por ese suave ir y venir del agua.
Estaba en Muxía, ya lo recordaba. Que bella población de costa, llena de pequeñas barcas pesqueras con sus nasas y demás aparejos. Ese acento gallego tan característico. Ya solo quedaba llegar al santuario A Virxe da Barca, y así lo hice. En el extremo del pueblo y ante el bravo mar, allí estaba la iglesia. Estaba emocionado.

Bajé mi bicicleta a las rocas, y me fui a donde las olas rompían contra las piedras, a escasos metros de la puerta del templo. Esa es la gran belleza de este lugar...

Allí disfruté de un momento para mi y mis cosas. Mi cabeza daba vueltas y mi corazón iba al mismo ritmo. Ha sido una grata experiencia, me ha hecho sentir muy bien, pero es que da igual cómo os lo intente describir, pues para los sentimientos no hay palabras suficientes. Era mi momento...

Más tarde me dirigí al albergue Bela Muxía, allí conocí a Celia, que me atendió amablemente y me dijo que pasara sobre las seis para recoger mi Muxiana pero antes quería hacerme una foto para ponerla en su página web de Facebook. Lo que os decía de la bandera y las pintas que llevo...

Sobre las 18:30 fui de nuevo al albergue, y allí conocí al marido de Celia, Ángel. Celia ya sabía lo que les quería pedir y se lo había comentado a Ángel. Cuando Ángel me vio nos fuimos a otra sala y allí hablamos un buen rato. Hubo mucha sinceridad, pero antes de que le dijese nada él me dijo "me da igual lo que me pidas, la respuesta es sí". Ante esa situación todo fue, repito, sinceridad, y tuvo un gran detalle conmigo contándome su historia y haciéndome entrega de dos Muxianas. Gracias Ángel y gracias Celia, gracias de parte de los dos, por ese pequeño detalle pero sobretodo por todo lo que hoy he aprendido de una persona que hace un par de horas era un desconocido y ahora considero un amigo. Volveré dijiste. Voleré te digo.

Mañana, Finisterre.


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Uno de los mojones del Camino, dirección a Muxía.

Así estaba gran parte del Camino en el día de hoy.

Esa leve bruma que se ve a lo lejos es sencillamente genial.

Bosque bajo gallego.


Atravesando un campo de maíz.


Aquí las vacas me han mandado parar. ¡A la orden!

Curiosa...

Río Xallas.


Mi primer café con azúcar en años.

Un gran hórreo.

El Xallas serpenteando entre montañas.


Aquí decidimos, ¿Finisterre? ¿Muxía?

A los piés de A Virxe da Barca.


Gaviotas y cormoranes bañándose en este tipo de ensenada.

Yo a mi llegada a Muxía.

En la parte más alta de Muxía.

Bella vista de una bella costa...

jueves, 25 de octubre de 2012

Día 11 (B) | Santiago de Compostela - Negreira


Después de una buena comida a base de pulpo y ternera, el fin del Camino daba comienzo. No era la mejor atmósfera para pedalear pues llevaba el depósito lleno de buenos productos mas de lenta digestión, pero había que seguir...

En la misma Praza do Obradoiro, y dejando a mano derecha el Hostal de los Reyes Católicos, descendía por una empinada cuesta silbando animosamente. Era de los pocos peregrinos que continuaban el Camino una vez llegados a Santiago, y eso me llenaba de orgullo y satisfacción.

Poco a poco, y en la medida en que mis fuerzas me lo permitían, iba abandonando el núcleo urbano de Santiago en dirección a Negreira, población sita a unos 22 kilómetros de Santiago. Mi intención era acercarme lo máximo posible a Muxía, mi destino en el día de mañana, para así no sufrir tanto en la próxima etapa.

Ha sido tremendamente bello abandonar Santiago por esos senderos, en ocasiones impracticables, pero de gran encanto. Más de una vez me he tenido que apear de la bici para así salvar un descenso pedregoso o un ascenso adoquinado y de gran desnivel. La dureza de la etapa es considerable, y me alegro enormemente de haberla dejado atrás pues el perfil era realmente llamativo y el esfuerzo considerable, sobretodo el ascenso a la población de Carballo ( ¡¡¡que carallo!!! ).

Por el Camino me encontré con una pareja de ingleses de avanzada edad que viajaban en taxi por la zona. Me dieron la enhorabuena por haber logrado llegar hasta allí, me hicieron algunas fotos y se quedaron maravillados con la cámara que llevo conmigo, la de mi amigo Luis. Ciertamente es la atracción del Camino, todo el mundo me mira al cabezón.

La entrada en Negreira ha sido bonita. Una ligera lluvia me daba la bienvenida. Esa lluvia que tenemos en Galicia, que cae pero no moja.

Hoy ha sido un día muy sentimental. De aquí al final noto más el peso de sentimientos y emociones. Quiero llegar a Finisterre y allí dar el último paso.

Gracias a todos por seguir día a día mi aventura, pues es más grande por vosotr@s. Un profundo abrazo y hasta mañana amigos.


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¿El Fin del Mundo? ¡Por aquí!


El Camino no se acaba en Santiago. Aquí tenéis una prueba.

Setas, con las últimas lluvias el monte está lleno.

Un curioso espectador a mi paso por su casa.




El premio del día. Me lo merezco.